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A las puertas de una nueva acuicultura continental

Los requerimientos por parte de la sociedad, respecto a las industrias agroalimentarias en general y a la actividad acuícola en particular, en nuestro país y a nivel europeo, han evolucionado tremendamente en los últimos 30 años, pasando de un interés inicial por los procesos y sistemas productivos empleados a centrarse más recientemente en la interacción […]

Los requerimientos por parte de la sociedad, respecto a las industrias agroalimentarias en general y a la actividad acuícola en particular, en nuestro país y a nivel europeo, han evolucionado tremendamente en los últimos 30 años, pasando de un interés inicial por los procesos y sistemas productivos empleados a centrarse más recientemente en la interacción de estas actividades con el medio ambiente, el bienestar animal, la gestión integrada o más recientemente la huella ecológica.

La Acuicultura continental, no ha sido ajena a esta evolución y ha ido adaptándose a los requerimientos legislativos y sociales no sin cierta dificultad, debido sobre todo a la dimensión empresarial de las empresas acuícolas y al abandono y despoblamiento que han experimentados las zonas rurales y por ende las fluviales.

Esto ha provocado, en un primer lugar, un estancamiento de la producción de trucha arcoiris, justificada por el necesario ajuste de la oferta y la demanda de este producto en los mercados nacionales e internacionales, y en una segunda fase una reducción considerable de la producción de esta especie en la mayor parte de las CC.AA , motivada por el estancamiento de las exportaciones y las dificultades de las empresas a la hora de acceder a financiación, lo que ha provocado, en último término, la desaparición de un buen número de instalaciones productivas en nuestro país. Está situación no es ajena a otros sectores en estos días, pero en el caso de la acuicultura, a la falta de crédito y liquidez, se han sumado otros factores que han reducido su competitividad, principalmente la competencia surgida por la comercialización en nuestro país de toda una serie de nuevas especies y productos procedentes de países lejanos, hasta hace unos años totalmente desconocidos.

Hace apenas 8 años, hablábamos de un sector en pleno crecimiento y desarrollo, con una producción que llegó alcanzar las 36.000 toneladas, producidas en más de 50 instalaciones, generando un número considerable de puestos de trabajo y de riqueza y desarrollo socioeconómico a lo largo de la geografía española.

La situación que nos encontramos hoy en día es la de un sector que una vez ajustada su producción a la demanda del mercado y contando con apenas una veintena de empresas, no tiene otra alternativa que apostar por la búsqueda de nuevos mercados en los que comercializar sus productos, incrementar la producción para poder mejorar su competitividad a través de una disminución de los costes y una mayor rentabilidad, implementar en sus procesos productivos, los últimos avances en I+D+I y trabajar en las nuevas demandas de mercados y consumidores, por disponer de productos con nuevos atributos y características, de carácter ambiental como los productos ecológicos, de procedencia geográfica diferenciada o a través de nuevas presentaciones, como son los productos de 4ª y 5ª gama, de rápida preparación.

Sin duda alguna, para las empresas que han sobrevivido hasta nuestros días, se trata de una encrucijada, de difícil respuesta. De lo que no cabe duda es de que estas empresas se encuentran en una posición estratégica de cara al futuro y que en la medida en que se vaya dando respuesta, de forma conjunta, a los retos mencionados anteriormente, podremos hablar en los próximos años de un nuevo sector de la acuicultura continental con una mayor base tecnológica, con técnicos más formados y con una mayor capacidad, con empresas más sostenibles y concienciadas medioambientalmente y con una mayor oferta de productos para el consumidor, todos ellos elaborados con una gran producto, como es la trucha aroiris, rica en omega-3, sana y nutritiva.

Este es un trabajo del que todos debemos responsabilizarnos, no solo los piscicultores, sino también las entidades bancarias, que deben ver en la acuicultura un sector estratégico para nuestra economía, los centros de investigación y los excelentes investigadores con los que cuentan, que deben aportar su conocimiento a la hora de dar respuesta a las necesidades de las empresas y por supuesto las administraciones con competencias en la materia, que deben apoyar tanto a los piscicultores como a las instituciones de I+D+i, fomentando la inversión que posibilite la creación de nuevas empresas y favoreciendo la generación de proyectos de investigación, desarrollo tecnológico e innovación que posibiliten la mejora continua del sector.

Francisco Javier Remiro Perlado
Director Gerente
Fundación Observatorio Español de Acuicultura

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