Silvia Torrecillas Burriel, investigadora especializada en nutrición y salud en el IRTA
«La investigación en nutrición y salud acuícola debe ser multidisciplinar, colaborativa y cercana al sector productivo para poder ofrecer soluciones aplicables y sostenibles»

La doctora Silvia Torrecillas Burriel es investigadora especializada en nutrición y salud. «La inmunonutrición se ha consolidado como una estrategia efectiva para aumentar la resistencia de los peces de cultivo frente a enfermedades», destaca. Como profesional de la investigación, Silvia subraya la importancia de la colaboración entre los profesionales investigadores y el sector de la industria acuícola. “Afortunadamente, en España contamos con un sistema activo de proyectos de investigación aplicada y transferencia entre instituciones como el IRTA ( Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias)”, puntualiza.
Doctora Silvia Torrecillas Burriel, doctora en acuicultura y especialista en nutrición y salud de especies mediterráneas continentales y marinas. Su trayectoria investigadora está orientada a impulsar una acuicultura más sostenible mediante el uso de ingredientes alternativos y aditivos funcionales, con un enfoque basado en la circularidad y el objetivo de residuo cero. Comprometida con la innovación y la sostenibilidad, su trabajo busca aportar soluciones que fortalezcan la salud de los peces y, al mismo tiempo, contribuyan a un futuro más responsable para el sector acuícola.
Esta primavera se ha publicado en la revista Aquaculture un artículo del que eres autora junto a Kiranpreet Kaur sobreel impacto de los productos de krill en el crecimiento, la salud y la calidad de los filetes de peces no salmónidos de cultivo. ¿En qué se traduce ese impacto en líneas generales?
Esta revisión trata de ofrecer una visión global sobre los efectos de los productos derivados del krill en peces de cultivo no salmónidos, analizando su impacto en el crecimiento, la salud, la calidad del filete y la reproducción. Se enmarca en un contexto en el que, actualmente, la acuicultura explora nuevas fuentes de nutrientes —como harinas de insecto, subproductos agroalimentarios y pesqueros, proteínas y lípidos de organismos unicelulares o micro/macroalgas— que aportan oportunidades muy interesantes, aunque todavía presentan algunos retos de tipo regulatorio, de escalabilidad o de costes. En este contexto, el krill se presenta como un ingrediente sostenible y trazable, con un perfil nutricional muy completo: proteínas de alta calidad, astaxantina, péptidos bioactivos y ácidos grasos omega-3 en forma de fosfolípidos de alta biodisponibilidad. Su inclusión en dietas de especies no salmónidas se asocia con una mayor ingesta, mejoras en crecimiento y conversión del alimento, un metabolismo lipídico más equilibrado y una mejor salud hepática. También aporta propiedades inmunomoduladoras y antioxidantes que refuerzan la robustez de los peces, además de mejoras en la calidad del filete. Es importante resaltar que el efecto de un ingrediente con potencial funcional depende siempre de la dieta basal en la que se incluye y se ha intentado reflejar en la revisión. En el caso de la harina de krill, por ejemplo, se ha observado que puede no ser igual de eficiente en dietas muy ricas en proteína animal como en aquellas con un mayor contenido vegetal, donde actúa como palatabilizante, estimulando la ingesta y complementando a otras materias primas o ingredientes para optimizar el rendimiento productivo.
En los últimos tiempos han visto la luz distintos artículos sobre el potencial de la harina de krill en la alimentación acuícola. ¿A qué ritmo la está incorporando la industria acuícola española en la alimentación de ejemplares?
El mercado indica que la adopción es creciente, aunque a ritmos diferentes según la especie y fase productiva. Esta tendencia viene marcada por el crecimiento global del sector y por la necesidad de diversificación de las materias primas disponibles, avanzando hacia una nutrición de precisión donde los ingredientes marinos siguen teniendo un papel estratégico. En este sentido, el krill destaca por su alto valor nutricional y palatabilidad, además de la evidencia científica que respalda su uso como ingrediente funcional para mejorar la salud y el rendimiento de la producción de peces y crustáceos. También es relevante su origen en pesquerías certificadas y sostenibles, algo cada vez más demandado por el mercado en términos de trazabilidad y responsabilidad ambiental. Ahora bien, todos los ingredientes tienen fortalezas y limitaciones, y es importante valorarlos de forma equilibrada para mantener la adaptabilidad frente a distintos escenarios. En el caso del krill, hay que considerar el balance entre coste y retorno: no es un ingrediente económico, pero bien utilizado —en dosis adecuadas y en fases productivas estratégicas— puede marcar la diferencia en términos de eficiencia, robustez y calidad del producto final. En este sentido, la complementariedad entre ingredientes es clave para construir dietas sostenibles y eficaces.
Eres experta en nutrición y salud de los peces en la industria acuícola. ¿Cuál es la relación entre ambos campos?
Se complementan de forma directa, siendo ambos aspectos esenciales para maximizar el crecimiento y la eficiencia en los sistemas de cultivo. De hecho, más allá de garantizar la seguridad, la calidad nutricional y las características organolépticas del pescado criado en acuicultura, la inmunonutrición se ha consolidado como una estrategia efectiva para aumentar la resistencia de los peces de cultivo frente a enfermedades. En particular, a nivel de tejidos mucosos, la dieta define la composición de la membrana, perfilando su estructura y modulando su función, lo que condiciona la resiliencia frente al estrés biótico y abiótico y, en consecuencia, la susceptibilidad a patógenos. Por ello, el uso de dietas funcionales se ha afianzado como una estrategia proactiva y efectiva para mitigar el impacto tanto de enfermedades infecciosas como de factores ambientales adversos en acuicultura. Este tema es especialmente relevante en un contexto de cambio climático, el cual no sólo implicará adaptaciones en las formulaciones de las dietas, sino también un escenario en el que se prevé una mayor frecuencia y severidad de la incidencia de patologías, además de la aparición de nuevas patologías emergentes.
En tu opinión, ¿cuáles son los principales retos a los que tiene que hacer frente la industria acuícola española en materia de alimentación?
Por una parte, uno de los grandes retos del sector es dar una respuesta eficaz al aumento de la demanda que acompaña al crecimiento global de la acuicultura, sin perder de vista la seguridad y la calidad del pescado que llega al consumidor. Para ello, la diversificación de las materias primas es clave, no sólo para cubrir las nuevas necesidades de producción, sino también para adaptarse a la volatilidad y las variaciones del mercado. En este marco, apostar por una política basada en la circularidad, el aprovechamiento de recursos, el residuo cero y la proximidad, cumpliendo con los estándares de sostenibilidad y trazabilidad que exige el sector, se ha convertido en una estrategia prioritaria, en la que se vuelcan muchos esfuerzos de investigación, tanto desde el ámbito público como desde la iniciativa privada. Ahora bien, a este reto se le suma el de la optimización del coste, la escalabilidad de la producción y la garantía de mantener la palatabilidad de las dietas y la calidad nutricional del producto final.
Otro de los desafíos de gran relevancia, especialmente en la región mediterránea, es afrontar de forma efectiva las nuevas condiciones ambientales derivadas del cambio climático. Este escenario impulsa la necesidad de avanzar hacia una nutrición de precisión, en la que se ajusten con mayor detalle las proporciones de macronutrientes, energía y determinados micronutrientes que pueden influir de manera decisiva en el rendimiento y en la salud de los peces frente a eventos concretos. Finalmente, la diversificación de especies cultivadas añade una dimensión adicional al reto, ya que en el caso de muchas especies de bajo nivel trófico aún se desconocen sus requerimientos nutricionales. Esta falta de información hace imprescindible seguir investigando con el fin de diseñar dietas específicas que aseguren su bienestar y permitan un crecimiento eficiente y sostenible.
En lo relativo a la salud de los ejemplares, ¿cuáles son los mayores desafíos?
En el ámbito de la salud, nos enfrentamos a un escenario cada vez más complejo e impredecible debido a los cambios de temperatura y a la acidificación del agua en un contexto de cambio climático. La exposición a condiciones de estrés térmico no sólo afecta al pescado, aumentando su susceptibilidad, sino también al propio patógeno y a la interacción entre ambos. Se apunta a un incremento en la velocidad de replicación de los agentes infecciosos, su virulencia, la duración de sus ciclos de vida y su capacidad de transmisión entre especies acuáticas cultivadas. Como consecuencia, se prevé que los brotes ocurran con mayor frecuencia y severidad y que se favorezca la incidencia de patologías emergentes. Todo ello podría desembocar en la aparición de enfermedades epizoóticas, con graves repercusiones económicas y riesgos tanto para poblaciones cultivadas como silvestres. Por ello, resulta esencial apostar por un manejo preventivo que combine la vacunación con estrategias de inmunomodulación, reforzando la resiliencia de los sistemas acuícolas frente a estos futuros desafíos.
Además de la harina de krill, ¿qué otros ingredientes/componentes están ganado fuerza en la alimentación acuícola?
Aunque muchos de estos ingredientes todavía presentan retos relacionados con el coste, la capacidad de producción e incluso la aceptación, entre ellos destacan las harinas y aceites de insecto, con un buen perfil nutricional y gran potencial de versatilidad, así como las proteínas derivadas de organismos unicelulares y sus coproductos que, Además, aportan compuestos funcionales de alto valor. Los aceites de microalgas ricos en ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga se consolidan como clave para mantener la calidad nutricional del filete, junto con el uso de subproductos de la industria pesquera que permiten reducir la dependencia en materias primas marinas tradicionales. A ello se suman los subproductos de la industria agroalimentaria, que incluyen grasas y proteínas animales procesadas, así como fuentes más novedosas que se encuentran todavía en fases tempranas de investigación y desarrollo. En esta línea, destacaría por ejemplo un proyecto en el que estamos trabajando desde el programa de Acuicultura del IRTA, GreenBlueCircle, donde se ha evaluado el uso de subproductos generados en el cultivo de setas como ingrediente alternativo al concentrado de proteína de soja, con resultados muy prometedores. Todo este abanico de opciones abre la puerta a dietas más sostenibles, circulares y diversificadas, donde la complementariedad entre ingredientes resulta clave para mantener la salud, el rendimiento y la calidad del producto final.
¿Cuáles son los principales proyectos relativos a la nutrición y salud de los ejemplares de acuicultura en los que estáis trabajando desde el IRTA? ¿En qué proyectos trabajas actualmente?
En el programa de Acuicultura del IRTA en La Ràpita desarrollamos una intensa actividad en proyectos de nutrición y salud acuícola, tanto en el ámbito público como en colaboración con el sector privado. También participamos en plataformas de innovación que refuerzan estas líneas de trabajo. Un ejemplo es el reconocimiento por parte de la FAO-GFCM (General Fisheries Commission for the Mediterranean) como Centro Demostrativo de Acuicultura Restaurativa en el Mediterráneo, que impulsa modelos de producción más sostenibles e integrados. Otro es el Centro de Innovación en Proteínas Alternativas (CiPA), que promueve la investigación en fuentes de proteína alternativas como vegetales, hongos, microorganismos, algas e insectos.
Actualmente, dedico gran parte de mi actividad a la transferencia de conocimiento al sector privado, a la vez que participo en varios proyectos públicos nacionales e internacionales, centrándome en la línea de dietas funcionales, salud de mucosas, alimentación de precisión y sostenibilidad.
Entre otros, desde 2023, en el proyecto LARVOOST, en colaboración con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), centro mi investigación en la evaluación del uso de subproductos agroalimentarios terrestres y marinos y compuestos activos de biomasa de bajo valor como ingredientes funcionales sostenibles para mejorar crecimiento, salud y eficacia de la vacunación en la dorada. En esta línea, parte de mi trabajo en IRTA se orienta a la evaluación in vitro de aditivos y bioactivos frente a bacterias prevalentes en especies marinas y de agua dulce, dentro de la iniciativa Animal Health and Welfare Partnership. Otro proyecto clave es BAC4RumA, fruto de la colaboración entre los programas IRTA, Rumiantes y Acuicultura, que estudia el uso de bacteriocinas como alternativa a los antibióticos en ganadería y acuicultura. A nivel europeo, participo en el proyecto ACTFAST, que desarrolla tecnologías para facilitar la adaptación de la acuicultura al cambio climático. Mi aportación se centra en reforzar la resiliencia de los peces frente a condiciones extremas mediante aditivos y estrategias nutricionales. Finalmente, coordino la organización del próximo congreso internacional Mucosal Health in Aquaculture, que se celebrará en Barcelona en septiembre de 2026 y reunirá los avances más destacados en el campo de la salud de mucosas.
Como investigadora en el campo de la nutrición y salud en acuícola, ¿qué áreas son las que más dificultades plantean en esos campos a la hora de investigar?
Como investigadora en esta área y a pesar de que la investigación que realizo es muy aplicada, trabajar con determinados patógenos o con especies no autóctonas exige infraestructuras con altos niveles de bioseguridad, no siempre de fácil acceso. En este sentido, y en el caso concreto de estudios con ingredientes alternativos y aditivos, la evaluación del efecto de estos sobre la salud del huésped o de su papel inmunomodulador, debe complementarse con indicadores finales basados en datos de supervivencia tras un desafío infeccioso y/o abiótico in vivo y no limitar el resultado a indicadores productivos o en biomarcadores celulares e inmunológicos. Por este mismo motivo, trabajar con patógenos aislados de casos clínicos resulta fundamental para obtener resultados realistas, pero el acceso a estos no siempre es sencillo. Lo mismo ocurre con la obtención de lotes de peces con el mismo origen y genotipo. Otro reto clave es el escalado de los resultados: lo que se observa en ensayos controlados en tanques no siempre se reproduce en condiciones comerciales, donde influyen muchos más factores ambientales y de manejo. Además, optimizar dosis y combinaciones de nuevos ingredientes requiere ensayos largos que simulen ciclos completos de producción, lo que eleva notablemente los costes y en algunos casos los hace inviables. A esto se suma la enorme diversidad de especies cultivadas, lo que complica trasladar los resultados de unas especies a otras. En definitiva, estos retos nos recuerdan que la investigación en nutrición y salud acuícola debe ser necesariamente multidisciplinar, colaborativa y cercana al sector productivo para poder ofrecer soluciones aplicables y sostenibles.
¿Qué importancia tiene la colaboración entre los profesionales de la investigación y el sector de la industria acuícola?
Como mencionaba anteriormente, la colaboración con el sector es determinante y, afortunadamente, en España contamos con un sistema activo de proyectos de investigación aplicada y transferencia entre instituciones como el IRTA y empresas de piensos, aditivos o productores. Un buen ejemplo es el artículo de revisión al que hace referencia esta entrevista, que surge precisamente de años de colaboración con la empresa privada en tareas de asesoramiento y transferencia. También contamos con programas de doctorado industrial, cuyo objetivo es formar investigadores en un entorno mixto academia–empresa, impulsando proyectos de desarrollo y transferencia con una clara orientación a largo plazo. Estos programas permiten generar conocimiento científico de alto nivel, pero al mismo tiempo aportan soluciones concretas que responden a necesidades reales del sector.
Las empresas, por su parte, demandan evidencia aplicada en materia de nutrición y salud, y muchas de las limitaciones que mencionaba anteriormente pueden abordarse gracias a esta colaboración activa. Esto nos permite trabajar en soluciones a medida (custom made) para retos específicos del sector, garantizando que la investigación no se quede en el laboratorio, sino que llegue al campo y tenga un impacto real en la producción.