Acuicultura, el cultivo que soñó Jacques Cousteau

Miércoles, 25 Octubre, 2023

Si hablamos del mar, los españoles tenemos claras dos cosas: que si eres niño hay que esperar dos horas para bañarse después de comer y que si uno es biólogo marino tiene que vestir un gorro de lana rojo.

La primera se la debemos a las madres, divulgadoras a su manera; la segunda, a otro divulgador, el explorador de mares y océanos más conocido del mundo: Jacques Cousteau.

Y es que más de 115 documentales televisivos y películas dan para ganarse fama internacional, es lo que tiene haber empeñado una vida entera en enseñarle a todo el mundo cómo es y cómo relacionarnos con el universo acuático o, como lo llamaba él, "el continente azul".

Quizá una de sus mayores enseñanzas -más allá de descubrirnos especies y lugares- es que cuidar de los mares, océanos y ríos es cuidarnos a nosotros mismos. Porque respetar el entorno natural y convivir con él para no tensionarlo es la mayor garantía de futuro para todas las especies -sí, incluidos nosotros mismos- y ecosistemas.

CULTIVAR EN EL AGUA

Este sueño de equilibrio lo verbalizó ya en 1973 el propio Jacques Cousteau: "Tenemos que dejar de ser cazadores en el mar para ser agricultores y granjeros. Porque eso es la civilización".

Posiblemente es, todavía hoy, la mejor definición de acuicultura. Más técnicamente, la acuicultura es el cultivo de peces y algas a través de técnicas que buscan hacer un uso más eficiente de los recursos naturales. Es mucho más que un complemento a la pesca extractiva, es su mejor aliado para garantizar el suministro de pescado a nivel global y para, entre ambos, cuidar el ecosistema y sus especies. De hecho, la acuicultura ya proporciona más pescado al mundo que la pesca extractiva (57,3%), creciendo a un ritmo sostenido del 3,5% anual.

Que la acuicultura es un actor cada vez más protagonista lo reconocen organismos internacionales de la importancia de la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, que considera la acuicultura como "esencial" para que, en el futuro, todo el mundo pueda comer pescado de calidad a precio asequible (además de destacar su modelo sostenible).

Pesca y acuicultura no compiten, sino que conviven y se benefician mutuamente de la existencia de la otra. Porque sin la una, la otra no alcanzaría a satisfacer la totalidad de la demanda de pescado de la población. Sin ir más lejos, en España el pescado supone el 18% de la proteína animal que se consume. ¿Podrían la pesca o la acuicultura por sí solas ser capaces de cubrir esa necesidad? La respuesta es corta y clara: no; es imprescindible la coexistencia de ambas actividades para asegurar el consumo. El beneficio, además, es doble: humano, garantizando nuestro alimento y ofreciendo empleo, y ambiental, cuidando los ecosistemas naturales y respetando el equilibrio en las poblaciones de especies.

DE COUSTEAU A COUSTEAU

El sueño que el biólogo marino tenía en el siglo XX -ser agricultores y granjeros en el mar- lo acentúa en la realidad del XXI otra Cousteau, su nieta Céline, responsable de la productora sin ánimo de lucro Cause Centric Productions, cuando afirma que "la salud de los océanos es la salud de toda La Tierra".

La acuicultura sostenible garantiza esta salud al mismo tiempo que revitaliza zonas rurales y alejadas de los núcleos urbanos y, en nuestro país, contribuye a crear Marca España ya que Acuicultura de España es un actor reconocido en el sector a nivel europeo y mundial gracias a sus iniciativas en innovación y sostenibilidad.

El sector de la acuicultura española abandera la economía azul, que es una economía verde teñida del color de mares y ríos. Una economía que ve en los espacios acuáticos un motor de innovación y crecimiento basándose en un desarrollo rentable, sí, pero sostenible al mismo tiempo. Y sin perder calidad ni sabor; una afirmación que puede parecer tópica pero que se convierte en verdad en la mesa: el pescado de acuicultura se sirve en restaurantes con estrella Michelin de toda Europa.

Si Jacques Cousteau nos enseñó a interesarnos por el mar, la acuicultura nos enseña a cómo hacer de él -y de los ríos- una fuente de alimentación sostenible y respetuosa. Y lo mejor, sin necesidad de ponernos un gorro de lana rojo ni aprender a hablar francés.

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