La fórmula para el rodaballo del futuro

Lunes, 28 Diciembre, 2015

Galicia crio más de 7.700 toneladas de rodaballo el año pasado, una cifra que supone casi la totalidad de la producción española y que explica que ésta constituya el 80% de toda la europea. Actualmente, los ejemplares llegan al mercado cuando alcanzan los 1,2-1,3 kilos, antes de que comiencen a madurar sexualmente y, por tanto, se ralentice su crecimiento. Pero una investigación realizada en el Centro Oceanográfico de Vigo brinda a los acuicultores la posibilidad de obtener peces de mayor tamaño con la misma calidad para el consumidor y obtener más proporción de hembras, que crecen más rápido que los machos.

El biólogo Jorge Hernández ha constatado que la aplicación de una técnica basada en el choque térmico de los huevos fecundados para obtener peces triploides y, por tanto, estériles, lo que implica su crecimiento continuado, no conlleva consecuencias biológicas ni nutritivas en la carne del rodaballo.

Sus estudios con esta especie son pioneros en todo el mundo pero los salmones de Escocia o Noruega y las truchas de granjas españolas que consumimos a día de hoy ya son triploides. Esto significa que tienen tres juegos de cromosomas -dos de la madre y uno del padre- en lugar de los dos juegos -uno de cada progenitor- que poseen la mayoría de peces dada su condición de diploides. "La técnica consiste en un choque físico con agua fría. No conlleva una modificación genética y de hecho no es necesario que figure en el etiquetado. Es un alimento natural", subraya Hernández.

La investigación, dirigida por Rosa Cal, del Instituto Español de Oceanografía y por el experto en Genética de la Universidad de Santiago Paulino Martínez, constituye su tesis doctoral y acaba de obtener la calificación de sobresaliente cum laude.

La fecundación del rodaballo se realiza artificialmente, pues las hembras no liberan sus huevos de forma espontánea en cautividad. Y una vez inseminados, los huevos se introducen durante 25 minutos en agua a 0ºC. Este proceso "sencillo y estandarizado" impide que se liberen determinados corpúsculos y da lugar a una tercera carga de cromosomas. Las larvas obtenidas son totalmente viables y con una tasa de supervivencia muy parecida a las diploides.

"La técnica ya estaba a punto desde 2000, gracias a los trabajos de Rosa Cal pero todavía no se habían estudiado las consecuencias biológicas y la calidad final del producto. El interés y el enfoque de la tesis es su aplicabilidad a la industria. Cualquier productor puede desarrollarla y comercializar rodaballos de mayor tamaño, de dos o tres kilos como los que antes llegaban a las plazas y que serán bien aceptados por el consumidor", destaca.

Los estudios de Hernández demuestran que la carne del rodaballo triploide es similar en cuanto a su contenido en lípidos, ácidos grasos o aminoácidos, así como en su textura. "El patrón de crecimiento es diferente y la fibra muscular tiene un tamaño mayor, pero esto no influye en su textura ni en su calidad", comenta.

Tampoco presenta modificaciones morfológicas como las que sí tienen los salmones triploides en su mandíbula y que, aunque solo afecten al aspecto, pueden causar cierto rechazo en el consumidor.

La técnica de inducción a la triploidía permitiría al sector obtener rodaballos de mayor tamaño, ya que al no madurar sexualmente no destinan parte de su alimentación a la formación de las gónadas. Y además se evitan las mortalidades que trae consigo la madurez, ya que se inmunodeprimen y enferman con mayor facilidad. "Ahora solo se vende el rodaballo de ración, pero los empresarios podrían diversificar su producción y vender ejemplares más grandes o filetearlos. Sería un orgullo que alguno diese el paso", reconoce.

La herramienta conlleva aún más beneficios, puesto que se logra un mayor porcentaje de hembras: tres por cada macho. El interés radica en que ellas crecen mucho más y pueden alcanzar el tamaño comercial cuatro meses antes.

Jorge Hernández, que actualmente trabaja en el Oceanográfico, recibió una beca del IEO para iniciar su tesis en 2009 con un parón de tres años mientras trabajó en Investigaciones Marinas (CSIC) y realizó estancias en el Scottish Oceans Institute, de la Universidad de St. Andrews, así como en la de Murcia y en el campus de Lugo.

El estudio de Hernández ha dado lugar a tres artículos publicados en las revistas internacionales Aquaculture y Aquaculture International, además de contar con otros dos en proceso de revisión.

Entre los logros figura también la puesta a punto de una metodología para determinar el porcentaje de ejemplares triploides obtenidos. Es efectiva al 100% a cualquier edad además de poco invasiva, puesto que solo necesita una pequeña muestra de tejido. "Las técnicas existentes eran caras o complicadas, pero la nuestra, basada en la extracción de ADN y marcadores moleculares, es mucho más barata y simple y se podría aplicar en cualquier planta de cultivo", explica el biólogo vigués.

Los resultados tienen aplicaciones más allá de la acuicultura, pues los ejemplares triploides son modelos de investigación básica muy interesantes.