La acuicultura (la crianza de peces en agua dulce o marina) no quiere abrirse paso a codazos en Canarias; los acuicultores, conocedores de que su modo de ganarse la vida está rodeado de un halo de suspicacias, están empeñados en romperlo a base de informar en qué consiste la actividad que desarrollan en el mar y cómo puede ayudar a diversificar la economía, al autoabastecimiento e incluso a la investigación.
Pero no les está resultando fácil. Antes de empezar ya tienen en contra al sector del turismo que les acusa de contaminar el medio marino y espantar a los turistas. Hace tan sólo unos días, la Asociación Hotelera y Extrahotelera de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro (Ashotel) comparó las jaulas de peces con granjas de cerdos y pidió que la actividad acuícola se desarrollará más lejos de las costas.
Para contrarrestar los ataques, los acuicultores enfatizan que tanto vale la mirada del que desde tierra descubre en el mar la superficie de las jaulas como la del que, desde el mar, se topa con grandes complejos hoteleros y bloques de apartamentos invadiendo las costas canarias.
El experto en acuicultura Pedro Pablo García Barroso explica que las jaulas no pueden alejarse más de lo que están, ya que deben ser ancladas al suelo a una determinada profundidad. Además, tienen que estar en lugares donde haya menos riesgo de temporales, como el sur de Tenerife.
Precisamente en esa zona de la Isla, las jaulas están sujetas a unos 60 metros de profundidad, "pero si las alejas cien metros más hacia afuera la profundidad puede que pase a 150 metros, con lo cual ya sería inviable instalarlas desde el punto de vista técnico", asegura. La profundidad mínima exigida por los profesionales para hacer viables las concesiones es de entre 30 y 40 metros.
Para García Barroso, la desinformación es el principal enemigo de esta actividad. "Como la acuicultura es una desconocida, cualquier crítica es creíble, desde que los peces muerden a los turistas hasta que atraen a los tiburones".
Por eso quiere desmontar los argumentos esgrimidos por ciertos colectivos contrarios a esta especialidad. Uno de ellos se refiere a los escapes de peces. Precisamente, hace poco un temporal estropeó varias jaulas instaladas frente a la costa de La Palma y muchos peces huyeron. García Barroso se centra primero en el "desastre" económico que esto supone para el propietario. "El acuicultor puede perder entre 300.000 y 400.000 euros en un solo escape", informa. Además, una vez libres, estos peces no saben alimentarse solos ni tienen adquiridos los hábitos de las especies salvajes.
"Como están acostumbrados a oír los motores de las embarcaciones de los que les dan de comer, acaban por acudir a los puertos o hacia otros barcos", indica. Es más, "cuando hay un escape, los pescadores de la zona aumentan sus capturas considerablemente y en poco tiempo". Por eso, la mayoría de los peces acaban capturados "o desaparecen". Por ejemplo, "cuando escaparon de las jaulas de La Palma pesaban una media de 500 gramos y cuando se cogieron un mes después ya pesaban 300 gramos. Es un pescado que no sabe alimentarse", insiste.
Sobre las críticas de los hoteleros, García Barroso informa que varios científicos ya están preparando un informe que desarma cada una de las acusaciones vertidas. "Todas las actividades humanas afectan al medio ambiente, pero la acuicultura es una de las que menos y, además, su afección es totalmente reversible. Es decir, si decides quitar una granja, al cabo de seis meses el lugar recupera su estado anterior", explica.
También pide una reflexión sobre la contaminación que producen los emisarios submarinos legales e ilegales, los puertos, los hoteles a pie de mar y la agricultura. "En la agricultura se utilizan pesticidas y otros productos químicos que cuando llueve acaban en el mar".
Pero, a pesar de este enfrentamiento entre sectores económicos, a veces se produce un encuentro conciliador y un hotel o un restaurante deciden incluir en su menú lubinas y doradas criadas en el mar de Canarias.
Uno de los platos más demandados en el restaurante del Hotel Escuela de Santa Cruz de Tenerife es la dorada a la sal. "Se coge sal gruesa, se humedece con un poquito con agua y se pone una base en una bandeja de horno. Luego se coloca encima la dorada, sin tripas y descamada o no, según los gustos. Se cubre completamente de sal y se mete al horno precalentado a 200 grados, más o menos quince minutos. Acompañada de mojo está de cine", explica el jefe de cocina, Iñaqui González.
"Y con la lubina hacemos una cazuela de pescado", continúa. Para este plato sólo hace falta pimiento verde, pimiento rojo, cebolla, caldo de pescado y unas papas negras. "Lo servimos con gofio y un majado de ajo, hierbahuerto y pimienta verde picona".
Este experto en cocina asegura que el pescado criado en Canarias es de gran calidad. "Mucho más bueno que el que se cría en la Península". "Lo bueno que tiene Canarias es que las jaulas no tocan fondo y tienen más corriente de agua y la temperatura es mejor", añade.
El vicepresidente de la Asociación de Acuicultores de Canarias, José Luis Guersi, informa de que en el Archipiélago se consume en torno a medio kilo por persona y año de lubina y dorada.
"En Canarias, el abastecimiento de proteínas no se ha podido garantizar nunca. Casi todos los huevos los tenemos en la misma cesta: en el turismo y en la construcción. El resto lo importamos. El mercado de pescado canario es, junto con el de Baleares, el que menos consumo per cápita tiene; aproximadamente la mitad de la media nacional, que se mueve en torno a 35 ó 40 kilos por persona y año. En Canarias 16 ó 18 kilos", asegura Guersi.
No obstante, la producción propia de doradas y lubinas ha aumentado con los años en las Islas y hace dos casi rozó los siete millones de kilos, según los últimos datos de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación del Gobierno de Canarias.
El sector y el Ejecutivo regional aseguran que la acuicultura podría convertirse en una de las patas de la diversificación económica por la que tanto se aboga, además de en una forma de autoabastecimiento.
José Luis Guersi ve otras muchas ventajas en la especialización canaria en acuicultura. "La investigación implica tener una presencia notable a nivel mundial y ser expertos en muchos aspectos, como en el desarrollo de nuevas especies, la genética, patologías, nutrición...", indica. "La temperatura de las aguas canarias posibilita la producción de especies de aguas cálidas con unos costes y unas garantías de servicio al mercado mucho mejores que cualquier otra área europea, en donde las temperaturas bajan excesivamente en invierno y el crecimiento del pescado se para e incluso la producción debe concentrarse en determinadas épocas del año", continúa.
Hace años que el Gobierno canario declaró al sector como estratégico para las Islas y hace tan sólo unos días la consejera de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, Pilar Merino, volvió a salir al paso de las críticas de los hoteleros, críticas que aseguró no entender. Merino también resaltó el apoyo que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) da al sector y la intención del Ejecutivo de mejorar e impulsar al acuicultura en el Archipiélago.
Pero los alcaldes de los municipios turísticos no están convencidos del todo. El responsable político de Santiago del Teide, Juan Damián Gorrín, aboga por aglutinar las granjas lejos de las costas y en polígonos, mientras que el alcalde de Candelaria, Gumersindo García, cree que los pescadores del municipio deberían participar de la gestión.
A este respecto, el experto Pedro García Barroso explica que crear polígonos donde se concentren todas las granjas es desaconsejable sanitaria y ambientalmente. "Es un despropósito porque desde que en una jaula ocurra algo, como una enfermedad, las demás también se verán afectadas".
En cuanto a la posibilidad de que los pescadores de la zona cogestionen las granjas, el presidente de la Asociación de Acuicultores de Canarias, Jorge Medina, rechaza esta idea porque "las empresas que tienen las concesiones son privadas". "Estoy harto de que nos vean como los malos de la película", indica. "Las condiciones de las granjas son muy buenas y controlamos mucho la cantidad de pienso que utilizamos para que no caiga al fondo, ya que es el coste mayor que tenemos y no queremos perder ni un kilo", añade. Medina invita a los hoteleros a que contrasten sus informaciones. "Si las granjas tuvieran un impacto medioambiental nos quitarían las concesiones", asegura. "Son muchos millones de inversión y muchos años para amortizarla como para arriesgarnos. Es una alternativa sostenible y viable para obtener productos del mar". También advierte de que la acuicultura es la gran esperanza del abastecimiento de pescado. "La actividad se está desarrollando con rapidez porque la pesca va cada vez peor", informa. Además, "es compatible con el turismo". "En muchos lugares, como en Galicia, hay excursiones hasta las jaulas y se ha convertido en una atracción más".
Los planes elaborados por el Gobierno y los acuicultores fijan como meta llegar a las 50.000 toneladas de producción en el año 2015. "Para conseguirlo nos harían falta del orden de 500 hectáreas de ocupación en Canarias, que es una absoluta ridiculez en comparación con otros sectores productivos. Si cada granja produce unas 2.000 toneladas, para hacer 50.000 nos basta con 25 granjas", asegura Guersi.
Sin embargo, con la crisis actual, cree "poco realista" lograr producir lo previsto para 2015.