«La acuicultura es el sector que más va a crecer». «No hay futuro para la pesca porque los jóvenes olvidan la mar»

Lunes, 8 Junio, 2015

A sus 68 años, ya no sale todo lo que querría en busca de ese golpe de viento salado en la cara. El mar se lo ha dado todo a Sinforoso Albaladejo, desde que a los 16 años se embarcó con rumbo a los caladeros de atunes del Mediterráneo. Entre las redes que ha recogido se encuentra toda una multinacional del pescado que mueve cifras oceánicas: 70.000 kilos de pescado fresco al mes, 20.000 toneladas de atún salvaje procesado a la semana, y mil toneladas al año de dorada y lubina de crianza. «En todos los mares del mundo, desde China al Pacífico Sur, se pesca con carnada de Pescados Albaladejo», afirma el cofundador.

La empresa familiar de San Pedro del Pinatar ha diversificado constantemente con nuevas líneas de negocio. La última, los lomos y hamburguesas de atún que vende a Europa y Estados Unidos. Todo empezó en un barco familiar de pesca.

-¿Cuál es el mejor pescado?

-El del Mar Menor es el mejor, de primera calidad, pero no se puede exportar porque no hay tanta cantidad, aunque dorada a veces sí exportamos. En octubre, en la encañizada, a veces en 15 días sacamos 15.000 kilos de dorada.

-¿Y si le pusieran por delante unas almejas o unas navajas gallegas, no traicionaría a los langostinos del Mar Menor?

-No. Nunca. El langostino del Mar Menor no lo cambio. Y yo como todos los días pescado.

-¿Todos los días?

-Sí, para comer o para cenar. Lubina, dorada, corvina, ya sea al horno, a la plancha, en guiso, o ese mújol de septiembre del Mar Menor, que está exquisito.

-¿También come pescado de acuicultura?

-Sí, también. Hay que tener en cuenta que el Mediterráneo está muy esquilmado. No podríamos atender la demanda de pescado que hay en el mundo si no fuera por la acuicultura.

-¿Le preocupa el estado de los mares?

-Claro. Si no cuidan los paros biológicos, se esquilmará el mar. Ya hay que tomar medidas, respetar las tallas mínimas para recuperar las especies, lo mismo al cerco que al arrastre. En el norte dejaron la anchoa dos años sin pescar, porque los principales interesados somos nosotros, Nos estábamos quedando sin atún por la pesca masiva en el Mediterráneo, pero ahora ya hay exceso y nos quitaron hasta las cuotas.

-¿Qué piensa cuando ve los vertidos de gasoil al mar?

-Estamos todos preocupados, como pasó en Galicia. Son accidentes que pasan en el mar. En las inundaciones de 1987, yo creía que no salvábamos el Mar Menor. Por entonces se echaba de todo en el campo y todo bajó a la laguna salada. Las encañizadas se taponaron.

-¿Cómo ve ahora el estado de salud de la laguna ?

-Desde que empezaron las medusas, el Mar Menor se ha recuperado. Se ha limpiado mucho. También han quitado los desagües que había y han puesto depuradoras.

-¿Cree, como dicen los pescadores, que es una alcancía inagotable?

-Sí, es sorprendente. Se están haciendo las cosas bien en el Mar Menor ahora. En la encañizada las aguas se ven limpias. Ahora los pescadores tienen más conciencia.

-¿Echa de menos ser pescador?

-El gusanillo no se te va nunca. Salgo a navegar en verano y a veces a pescar, pero tengo 68 años y me controlan. Ya no me dejan.

-¿Cómo empezó su relación con el mar, que fue además el origen de la empresa?

-Yo me embarqué con 16 años. Mi padre se iba a Larache a hacer la temporada del atún, y yo empecé pintando las casas de la Ciudad del Aire, pero después necesitaba personal y me fui con ellos a la pesca durante cuatro años. Éramos cinco hermanos y hubo que comprar más barcos. Mi hermano mayor murió en la mar y, después, de los cuatro se quedó uno con los barcos y los otros nos dedicamos a la comercialización. Llegamos a tener seis barcos con 20 tripulantes cada uno. Vino después, en el año 1983, el bajón de la pesca, la subida del petróleo, y nos quitamos los barcos. Empezamos a comprar al por mayor, a congelar. Lo nuestro era el pescado azul y fuimos ampliando para las fábricas de conserva.

-¿A qué se debió el crecimiento de la marca Albaladejo?

-En 1985 ya congelábamos casi 40 toneladas de pescado al día. Trabajábamos las 24 horas, sábados y domingos. Compramos camiones y, entre 'trailers' y furgonetas, llegamos a tener una flota de 24. Luego llegaron las piscifactorías. Creamos la marca Bluefintuna, pero murió mi hermano Antonio en 1998 y decidimos separarnos. Entonces logramos la concesión de unas piscifactorías en Túnez y en Italia, como socios, para criar atunes, porque teníamos a los japoneses como principales clientes, pero en 1994 con la crisis de Japón y las circunstancias de la época las pérdidas fueron grandes. Decidimos diversificar a la dorada y la lubina.

-¿Pero el atún ha recuperado su demanda?

-Sí, ahora hacemos atún congelado. Exportamos mucho a Italia, en bandejas y en hamburguesas. Vendimos nuestra parte del negocio de Túnez y ahora vendemos comida para atunes, como caballa, sardina, jurel, estornino, pescado de bajo precio. Así lo engordan, porque lo quieren con grasa.

-¿Es su principal nuevo nicho de mercado?

-Nos hemos extendido a toda España, Portugal, Europa y Estados Unidos. Vendemos lomos limpios de atún salvaje, principalmente del Atlántico, unas 20 toneladas a la semana a grandes distribuidores de cadenas alimentarias.

-¿El auge de la cocina japonesa ha subido la demanda?

-Sí. Para la cocina japonesa lo utilizan salvaje o de granja.

-Los pedidos de pescado debe ser un termómetro de la economía. ¿Cómo ve la recuperación?

-Parece que la economía se va recuperando. Nosotros en realidad tenemos crisis desde 1997. Lo notamos porque vendemos a los restaurantes, a las amas de casa. Cada día veo a la gente que entra en la pescadería y no es igual que antes. Hay aún mucha gente en paro. Y las grandes superficies han hecho mucho daño a los pescateros de siempre.

-¿Cómo ha bandeado su empresa los momentos de crisis?

-Diversificando, importando y exportando a Europa y a Marruecos. Lo mismo compramos pescado a un país y se lo vendemos al de al lado. Tenemos a una persona en casi cada puerto importante de España y Europa que nos dice lo que hay, lo que conviene.

-¿Ha tenido que reducir plantilla, como la mayoría de las empresas españolas?

-Nunca, pero sí hablamos con ellos y se redujeron los sueldos. Ellos mismos veían que la subida del petróleo y lo demás obligaban a hacerlo. Pero no se redujo la plantilla. Tenemos 130 empleados y hay gente que se ha jubilado aquí.

-Por su experiencia, ¿qué cree que necesita el empresario español para levantar cabeza y consolidarse?

-El empresario tiene que ser formal. El pescado es un negocio diferente a los demás. Nunca firmé un papel para un trato. Después se hacen por teléfono y ahora por correo electrónico, pero vale la palabra. Nosotros compramos en toda España con la palabra.

-Para eso hay que hacerse antes un nombre que sea una garantía, ¿no?

-Claro, muchos años de hacerse un nombre. Lo primero que has de ser es serio. Aquí por teléfono se compra y se vende. Con Europa ya hacen falta más trámites, pero si das tu nombre y luego no pagas, eso se extiende como la pólvora. Al día siguiente se sabe en todas partes.

-¿La acuicultura es el sector con más proyección de futuro?

-Es lo que más va a crecer. Vemos ya cómo se desguazan barcos de pesca, y dejan de dar licencias, porque no hay futuro para la pesca. El pescado salvaje oscila mucho de precio, y la mar la quieren olvidar los jóvenes porque es muy sacrificado. De hecho, con 58 años ya se pueden jubilar.

-¿Cuáles son, desde el punto de vista del productor, los pros y los contras del pescado de crianza?

-Por un lado, estamos sujetos a unas producciones autorizadas por la Administración, pero en España los costes son muy altos frente a la fuerte competencia de Grecia y Turquía, que son los mayores productores de dorada y lubina de granja. A favor, la acuicultura tiene que el cliente encuentra ya todo el año dorada y lubina en el mercado y, sobre todo, la seguridad alimentaria y la frescura. Ni siquiera hay riesgo de anisakis porque solo comen pescados controlados. Nos autoregulamos a través de una agrupación de defensa sanitaria. Es prácticamente imposible detectar antibióticos, aunque sí se usan, pero con los periodos de seguridad establecidos. Y, sobre todo, la frescura: el pescado que se coge hoy, mañana por la mañana está en las pescaderías de toda España.

-¿Y las debilidades?

-La mala imagen, por eso hemos empezado con la marca 'Crianza de nuestros mares', que pretende separar el producto español del turco, que nos hace mucho daño porque no tiene las mismas exigencias legales, por ejemplo en la elaboración de piensos. Nosotros no podemos vender a Turquía si no es con arancel, pero a ellos el Gobierno les subsidia el transporte para la Unión Europea. Vamos a pedir que pongan arancel a la dorada y la lubina turcas, que se venden en España a pesar de que tardan cuatro días en llegar en camión.

-¿Qué me dice del impacto ambiental de las granjas marinas?

-Hay un impacto, porque concentramos una gran biomasa en un espacio concreto, y los nitratos y demás se acumulan en el fondo, pero no es irreversible porque esa zona se regenera cuando se retira la granja. Estudiamos hacer zonas de barbecho, pero la Administración nos quiere hacer pagar por las dos zonas, la que se regenera y la que se utiliza.

-¿Y cuánto duraría cada ciclo?

-Entre 14 y 16 meses no se volvería a poner una granja, también para evitar que se depositen parásitos. Estamos muy controlados por el plan de vigilancia ambiental y auditorías externas. El prejuicio del medio ambiente no se corresponde con la realidad.

-Otra causa de inquietud del consumidor es el pienso

-Con el síndrome de las vacas locas se puso aún más la lupa y se prohibió el uso de derivados de proteínas de origen animal terrestre. Hemos demostrado que la cantidad de harinas y aceites de pescado nunca están por encima del rendimiento. Estamos sustituyendo harina de pescado por otras de origen vegetal, soja y otros cereales. Ahora los alimentamos con harina de pescado, soja y vegetales.

-¿Y eso no supone alterar el metabolismo de una especie carnívora?

-Necesitan proteínas, materias grasas e hidratos de carbono. Se les hace una dieta a medida. La dorada es extremadamente carnívora; si no le das de comer se devoran unas a otras, pero también ingieren de pequeñas cantidades de fitoplancton. Buscamos la digestibilidad. Quisiéramos engordar más deprisa las doradas, pues reduciríamos costes, pero no a cualquier precio.

-¿Llegaremos a comer, casi en exclusiva, pescado de granja?

-Hace años que la humanidad metió a los animales en establos para criarlos. El recurso marino siempre estará presente. El mar los tiene impresionantes. Es un gran desconocido a nivel biológico.

-Hábleme de la encañizada. Es un arte de pesca antiguo. ¿Lo mantiene por romanticismo?

-Mi padre, Joaquín Albaladejo, fue patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de San Pedro y le gustaba ir por allí a pescar. En tiempos hubo cinco encañizadas: El Ventorrillo, La Torre, La Nueva (en Veneciola), El Estacio y Marchamalo, pero ya solo funciona La Torre. Nos quedamos con la concesión en 1997, y hay años que me cuesta dinero. Ahora estamos cambiando las cañas. Ten en cuenta que todo se hace igual, con cañas y los cabos de esparto, que se pudren y cada año hay que renovarlos. Mi hermano Tomás está allí feliz. Yo me quedo más en la oficina, pero sí me gustaría que la tercera generación de la empresa lo mantuviera.

-¿Cuál es el secreto de una empresa familiar para una larga vida?

-La empresa familiar tiene que tener a uno que dirija. Y llevarse bien. No lo tenemos escrito, pero tenemos por norma que las mujeres no estén en las reuniones.

-¿Y si hubiera tenido hijas?

-Bueno, ni mujeres ni yernos. Y ellas trabajan, pero no están en la toma de decisiones.

-Habrá aplicado además otra filosofía de éxito

-Hemos tenido de todo. Problemas, enfermedades, hermanos fallecidos, pero no puedes tirar nunca la toalla. Todo tiene solución menos la muerte. Y, sobre todo, mantener mucha cercanía con la gente.