La de ayer debería haber sido jornada de fiesta en el Igafa. Se conmemoraba el Día de la Acuicultura, y en el instituto de A Illa quisieron celebrarlo. A las diez y media de la mañana, los alumnos fueron citados en el salón de actos del centro para asistir a una mesa redonda en la que representantes del Consello Regulador do Mexillón de Galicia, de la Asociación de productores de rodaballo (Aroga), de la Asociación Galega de Piscifactorías de Troita (Atrugal) y de la empresa Porto Muíños se sentaron ante los futuros técnicos en acuicultura para hacerles un dibujo de cómo está ese mundo en el que, a priori, deberían encontrar su futuro. Y aunque en estos momentos ninguna de las patas de la Galicia azul están para echar cohetes, el mensaje que se quiso lanzar es de optimismo.
Mientras los ponentes servían a los alumnos del Igafa una ración de realidad, a unos metros un grupo de estudiantes del centro de hostelería Carlos Oroza ponían sus capacidades culinarias al servicio de la acuicultura. Los platos pretendían ser un homenaje al mejillón, la trucha, el rodaballo, el lenguado y las algas. Y eran, al mismo tiempo, una suerte de adelanto de las recetas que se van a incluir en el libro en el que están trabajando el Igafa y el Carlos Oroza para «mellorar a imaxe dos produtos da acuicultura», según señaló José Luís Rodríguez, que puso voz al centro isleño. Y es que, sí, hay quien sigue mirando con recelo a los peces de granja. «A verdade é que cando traballamos cun peixe de acuicultura ás veces pensamos, ¿que penso levará isto?», reconocía Manuel Hermo, director del Carlos Oroza. Romper ese mito es uno de los objetivos de un trabajo al que los alumnos del centro de hostelería aportarán el ingenio de sus recetas. Los estudiantes del Igafa pondrán el otro ingrediente: láminas que explicarán, en román paladino, el proceso de producción de mejillones, peces y algas. Para abrir boca mientras el libro se remata, ayer se sirvió empanada de wakame, lenguado marinado, albóndigas de trucha y mejillón al curri.