De cómo una depuradora ocupó el lugar de la primera planta de lenguado del mundo

Martes, 5 Agosto, 2014

Si se pregunta a la Administración autonómica por qué desde la construcción de la planta de cría de rodaballo de Stolt Sea Farm en Camariñas (2004) no ha habido más inversiones notables en materia de piscicultura marina, la respuesta pone el acento en esa circunstancia en la que se ha instalado el país desde el 2008: la crisis económica. Desde San Caetano se ve la falta de financiación, la retracción del consumo y la caída de beneficios como la principal causa de una parálisis inversora que rozaría el estado vegetativo si no fuese por la planta de oreja de mar que en el 2012 Galician Marine Aquaculture (GMA) consiguió implantar en Tal (Muros), no sin ciertas dificultades.

Y es cierto que muchos promotores decidieron cerrar la cartera -o no abrirla con tanta alegría- ante el panorama que se presentaba por delante. Pero no lo es menos que hay quien, a pesar de la recesión, intentó invertir en Galicia, sin éxito.

Visto en perspectiva, la apuesta de Pescanova por Mira tras ser vetada su planta en cabo Touriñán adquiere hoy, con los apuros que está pasando la compañía, tintes de acierto, pero, avatares aparte, se fueron 140 millones invertidos ya en lo que era plena época de vacas flacas y que estaban previstos para emplear en Galicia. Y 150 buscaba emplear una conocida constructora para embarcarse en la aventura de la cría y engorde de peces planos. Veinte pretendía dejarse otra en la ampliación de su planta. Y 70 pretendía desembolsar Stolt Sea Farm. Todos han desistido.

El caso de Stolt es, si cabe más sangrante. La empresa tuvo que peregrinar de un municipio a otro en busca de un terreno en el que asentar la primera planta del mundo de cultivo de lenguado. Proscrita en un lado y en el vecino, acabó encontrando terreno en ¡Islandia!, a más de 2.000 kilómetros del lugar que había seleccionado. Y así fue como la isla de los 800 géiser, ejemplo de sostenibilidad medioambiental, arrebató a Galicia un cetro que le correspondía por know how y experiencia.

La politización del negocio

«El problema empezó cuando se politizó la acuicultura y comenzó a utilizarse como señuelo argumento electoral», señala un empresario del sector que prefiere mantener el anonimato. Hasta el 2004 no hubo problemas, pero fue a raíz de la oposición a la planta de Touriñán cuando unos blandieron la bandera del ecologismo y la preservación medioambiental y otros se alinearon con la defensa del tejido empresarial, pero unos y otros con incongruencias manifiestas. Dislates como el del PSdeG, que eliminó el cabo Touriñán de entre los enclaves en los que se podían situar instalaciones de acuicultura por su interés medioambiental, para incluir puntos como Laxe Brava o Xandiña, de idéntico o similar valor ecológico que aquel paraje muxián. Cuando el PPdeG regresó a la Xunta, dio la vuelta al plan, recuperó Touriñán para la acuicultura y la vetó en aquellos parajes elegidos por los socialistas que más rechazo social y pancartas habían levantado. Claro ejemplo de actuación por criterios políticos más que por cuestiones técnicas y de protección medioambiental.

No es menos ilustrativo lo ocurrido con las granjas del salmón. Un PPdeG en la oposición se alineó con bateeiros y mariscadores en abierto rechazo a las jaulas que incluso llegaron a instalarse en la ría de Arousa y, ya en el Gobierno, se mostró abiertamente a favor del asentamiento de esas mismas infraestructuras en la ría de Muros, haciendo oídos sordos al clamor de los profesionales del mar que, igual que los arousanos, se oponían a que se desarrollase un cultivo piscícola experimental en sus aguas.

De las incongruencias no se salva ni siquiera el BNG, que tiene mucho más clara su política en este campo. Defiende la acuicultura de lo autóctono, como el marisqueo, el mejillón o las algas e incluye, curiosamente, el rodaballo entre los cultivos propios, una especie en la que Galicia es pionera precisamente gracias a esas multinacionales a las que ahora se le niega el cobijo.

Alianzas entre partidos

Los populares se vistieron de verde riguroso cuando Stolt intentó ubicar su factoría de lenguado en punta do Corgo (Ribeira), donde fue desterrada con los argumentos de que se quería preservar «o interés ambiental e pesqueiro do lugar». Y se alineó con el Bloque para volver a expatriarla de Abuín (Porto do Son) aferrándose a la oposición vecinal y a su proximidad al castro de Baroña y a otros restos de alto valor etnográfico.

Tras este segundo intento, Stolt se fue a Islandia con sus lenguados. Y como no hay mal que por bien no venga, la compañía encontró allí el paraíso de la energía barata. Gracias a la geotermia pudo reducir los costes de producción, un ahorro que constituye un alivio en la factura de los billetes de avión que tiene que pagar a los pezqueñines de lenguado, porque, paradojas de la vida, los ejemplares siguen naciendo en Galicia, dado que aquí está la materia gris, se llevan a Islandia para que crezcan y se formen y, en la última etapa de su vida regresan a suelo gallego porque es aquí donde está su mercado.

Y mientras Islandia cría lenguados gallegos, en Abuín, no muy lejos de donde iba a ir la planta, ya está todo dispuesto para construir una de las depuradoras de aguas residuales del municipio.

Cuatro grandes proyectos que querían venir a Galicia desistieron ante las trabas.