Lunes, 18 Enero, 2010
En un plazo de dos años, miles de lenguados nacidos en Cantabria se servirán en la mesa. La producción en cautividad de esta especie ha sido un éxito tras diez años de investigación en la sede de Santander del Instituto Español de Oceanografía (IOE), por parte del equipo que dirige la doctora Olvido Chereguini. «Habíamos adquirido mucha experiencia en la cría y reproducción de especies como el rodaballo, y nos sirvió de punto de partida», dice la investigadora titular del IEO, que inició en el 2000 el proyecto con la cría de varios ejemplares salvajes de lenguado. Con ellos se obtuvieron las primeras larvas, que se usaron para comenzar a investigar las variables que afectan a esta especie. Eso sólo fue la antesala de lo que, a día de hoy, es una técnica de cultivo de lenguado «que asegura el 70% de la supervivencia de los alevines criados en cautividad».
El que siembra recoge, sobre todo en el ámbito científico, y la experiencia previa en la exitosa investigación del rodaballo sirvió de punto de partida para iniciar una década de estudios sobre el lenguado. De hecho, IEO ya transfirió la técnica de crioconservación de esperma de rodaballo «a la empresa gallega que en la actualidad es la mayor productora de la especie a escala europea». Con estos avales, aparecía en la planta de cultivo de peces del IEO, ubicado en El Bocal, el reto de cultivar lenguado, que si bien se parecen, «sus condiciones de crecimiento no tienen nada que ver».
«Hasta ese momento, el lenguado sólo se había cultivado en la zona suratlántica, y queríamos descubrir se se podía hacer el cultivo intensivo en distintas zonas de España», recuerda Chereguini, aún consciente del reto que supuso iniciar el trabajo con el lenguado: «La investigación se inició hace muchos años, pero se abandonó por los problemas que dio el paso al 'destete' (momento en que la larva se convierte en alevín y puede comenzar el proceso de engorde). Los ejemplares se morían, había enfermedades... Estaban mal nutridos». No obstante, la comunidad científica, con la vista puesta en la producción industrial, retomó los estudios porque «tiene un crecimiento muy rápido y al productor es lo que le interesa». Según explica Chereguini, «a lo mejor en dos años y medio estás con un lenguado de un kilo, en cambio, el crecimiento del besugo es más lento, y por eso sólo hay dos empresas que lo comercializan».
La investigación del lenguado comenzó con la viabilidad de cultivo de la especie: «Nos hicimos con unos reproductores (ejemplares salvajes que llegaron en 2003 con unos 700 gramos de peso), al tiempo que llegaron unos huevos fecundados del Ifapa, en Cádiz. El proceso fue marcar con microchip a los ejemplares, individualizarlo, tomando todos sus datos, el peso y el sexo». Con un DNI científico de cada ejemplar, el equipo del IEO repartió la proporción en varios tanques «evitando la endogamia, porque los análisis habían revelado que muchos eran hermanos y su cruce podía dar lugar a malformaciones».
Las primeras puestas de los reproductores llegaron en 2003. Después, empezaron a tener más y más puestas en la Planta de Cultivos, que arrojaban las primeras pinceladas de optimismo al equipo de El Bocal, sobre todo cuando consiguieron que la tasa de supervivencia de los alevines creciera de forma exponencial: el proyecto había dado sus frutos. «Ya hemos entregado huevos fecundados y alevines a empresas o centros de investigación».
Pero para llegar a ese punto del camino, el equipo de Olvido Chereguini ha tejido un delicado entramado en el que cualquier desajuste puede destrozar el cultivo en cautividad de los lenguados. Todo sucede en el interior de la Unidad de Cultivo, «una sala nueva que se creó en un antiguo invernadero en desuso». La nueva sala está equipada con un esterilizador de luz ultravioleta para desinfectar el agua del mar, una batería de filtros para mantener la calidad del agua de los estanques de cría así como una bomba de calor que regula la temperatura «para asegurar la supervivencia de los alevines». El apoyo económico del plan regional de I+D+i del Gobierno de Cantabria, a través de Idicán, y la empresa Tinamenor, posibilitó levantar esta unidad bautizada ya con el éxito de sus primeras producciones: «A principios del pasado mes de noviembre, la empresa recibió el primer ciclo de producción, con más de un 70% de supervivencia», y «en año y medio, o dos años, los ejemplares alevines que se han mandado hasta la planta de Tinamenor, en Canarias, alcanzarán el peso para poder comercializarlo».
En este momento ya hay dos o tres empresas que han pedido asesoramiento al Instituto para empezar a cultivar esta especie.
Pero la ciencia debe seguir sembrando y por ello, en la actualidad, las líneas de investigación que sigue el proyecto financiado por la Jacumar cuenta «con un equipo que está trabajando en inmunología y otro en reproducción», ya que el reto que ahora tienen por delante es conseguir la reproducción entre los ejemplares cultivados.
La calidad del rodaballo
El estudio del rodaballo, no obstante, no ha quedado el dique seco. La investigadora del IEO, Concha Martínez Tapia tiene hasta el 2011 para resolver el reto de obtener un pescado óptimo. Su estudio, denominado 'Caracterización de la calidad del pescado de crianza', está financiado por Jacuman, a través de la Consejería de Pesca del Gobierno regional. En este proyecto, de escala nacional, participan ocho comunidades autónomas con distintas especies. Cantabria lo hace con el robaballo y el desafío es obtener «la calidad del pescado del mar, conseguir lo mejor de su sabor y su textura», dice Martínez Tapia. Para ello disponen de seis grupos, «unos se alimentan de una mezcla de pescado y harinas vegetales en diferentes proporciones, y otros grupos se alimentan sólo con harinas y aceites vegetales. Se trata de obtener la mayor rentabilidad y calidad con la mayor sostenibilidad». En 2011, sabremos «qué alimentación es buena para los peces, para que den buen crecimiento, no produzcan un sabor raro y sean rentables».
La investigación del rodaballo comenzó en 1982, cuando el Oceanográfico y Tinamenor buscó las claves para cultivar esta suculenta especie, y ya en 1993 dieron todos los pasos del ciclo biológico completo.