La crisis por temas sanitarios, como piojo de mar y Ricketsia, pero sin la notoriedad del ISA por su virulencia, obligan a los actores de este complejo sector a buscar soluciones de fondo.
"El chaleco nos quedó chico porque la industria creció más", dice Víctor Puchi, presidente de Aquachile, la mayor salmonera en el país.
Intenta graficar lo que ocurre con una actividad que superó todas las expectativas de estos empresarios que se embarcaron en el cultivo de salmones a principios de los ’80 y que hoy son los segundos productores mundiales detrás de Noruega.
Tras largos años de ostracismo, en que crecieron solos en caletas o islas abandonadas de la mano de Dios, peleando palmo a palmo los espacios con los pescadores artesanales se hicieron grandes… y con ellos crecieron sus problemas.
Han estado permanentemente en la mira de ecologistas y de sus competidores del norte, desde donde de vez en cuando llega un petardo, como la alerta canadiense de la última semana, que terminó siendo un error de interpretación.
Pero hoy, golpeados por las crisis, están dispuestos a "abrirse". Saben que necesitan una nueva estructura de producción que se haga cargo de las amenazas de hoy y de la sustentabilidad en el largo plazo.
No son los únicos inquietos por estos temas. También lo están las autoridades políticas dado el impacto que puede tener en el empleo en la región, donde sólo la salmoniculura genera unos 40 mil empleos directos e indirectos.
Lo dice el intendente de Los Lagos, Sergio Galilea quien anuncia para fin de año las primeras bases de un "plan regulador del mar interior de Chiloé", una estructura de zonificación que establezca con precisión áreas prioritarias de expansión de la pesca artesanal, de la mitilicultura y de la industria del salmón.
Un ordenamiento de actividades productivas, que fije normas de distanciamiento y que en lo que se refiere al salmón lleguemos a subsectores donde haya concesiones para las distintas empresas, que serán responsables de esa zona, lo que permitirá un mejor control.
Al mismo tiempo definir rutas preferentes para el salmón, la pesca artesanal, choritos y para la navegación general, "leyes de tránsito", en el mar.
Galilea dice que hay un grupo de investigadores que trabajarán con gente de la Universidad Austral en Puerto Montt, para un estudio básico con énfasis en el mar interior de Chiloé, entre más o menos Queilen y Dalcahue, donde se da la mayor concentración de actividades productivas acuícolas.
Puchi y Galilea coinciden en que no será fácil conciliar intereses de quienes tienen derechos adquiridos en el sector, cerca de un millar de concesiones. Y hay que revisar el marco jurídico, "pero la meta es que a un año y medio se cuente con un instrumento y el sistema funcionando, el mapa del mar establecido y contrastarlo con el de las concesiones que ya están entregadas", enfatiza.
Nada está descartado: "recuperar, transferir, reasignar concesiones", enuncia Galilea.
Y aunque en Aisén han avanzado mucho en esta materia, todos los actores tienen claro que en los mares de la región de Los Lagos, particularmente el mar interior de Chiloé, será un puzle complejo de armar por la cantidad de derechos adquiridos y las densidades. El desafío es cómo echar a andar con tantos derechos adquiridos, con concesiones que tienen sus reglas del juego y se va a requerir visión de largo plazo, advierte Puchi.
"Es una cosa difícil, pero hay un grado de voluntad, producto de las dificultades, y me corresponde que se exprese cautelando los intereses de todos los sectores", asegura Galilea.
"Nosotros lo estamos pidiendo. Es la forma de enfrentar mejor el manejo de las restricciones sanitarias, logísticas. Que cada empresa pueda manejar un área mayor y de esa forma ser más eficiente y eficaz. No depender tanto de las buenas o malas prácticas del vecino. Y cuando algo ocurra el Estado va a estar en condiciones de responsabilizar a esas empresas", explica Puchi.
Una estructura de producción como la enunciada a juicio de Puchi les permitiría recuperar costos de producción, dar más certeza a las producciones, enfrentar menos imprevistos, y que sea sustentable en el largo plazo. Eso tiene que ver con un nuevo mapa, pero también con principios como distancia entre cultivos, nuevas restricciones que imponga la tecnología, como de transporte de peces, importación de ovas con restricciones que garanticen calidad.
Ambos coinciden también en la importancia de estos cultivos marinos para concretar la meta de marcar a Chile como potencia alimentaria.
Trabajo aparte es el que tendrían la Armada y Sernapesca, primero para definir las rutas y luego el enorme esfuerzo de fiscalización, que implicaría cuando menos duplicar la actual capacidad, advierte Galilea.
Por ahora, "establecer una mesa de transacciones que permitan convencer a las empresas de que tengan áreas territoriales", dice el intendente.
Puchi está optimista: hemos sido capaces de enfrentar otras dificultades, y los obstáculos, los desafíos los hemos transformado en oportunidades. Están las bases para seguir siendo optimistas. Y no pensando en crecimientos desbordantes. Si tenemos que hacer sacrificios en pos de la sustentabilidad de la industria, para la reputación de nuestro producto, vamos a escoger ese camino como una solución buena para la industria y para el país, aunque advierte que ello requiere darle una institucionalidad y dotar de recursos a las entidades, para un nuevo marco eficiente.
En el Instituto Tecnológico del Salmón, Roberto Tapia dice que están trabajando para mejorar la condición general de salud de los peces y elaboraron cartillas con información específica de protocolos de trabajo que están siendo distribuidos a todos los centros.
Dice que en general no hay muchos estudios que caractericen las condiciones óptimas para la producción de salmones en Chile. Pero en general hay aspectos como el tipo de jaula, la distancia entre estas, la profundidad, las etapas de uso y de descanso, el modo de trasladar los peces, el tipo de transporte, las maquinarias, balsas. Otros como la carga y descarga de los centros en períodos acotados de tiempo, para interrumpir ciclos biológicos de los patógenos.
Hoy la legislación chilena sólo establece algunas normas generales, como por ejemplo la distancia de 1,5 kilómetros hacia centros de mitílidos, pero no se fijan densidades, ni periodos de descanso, por ejemplo.