Miércoles, 6 Febrero, 2008
Prácticamente desconocida era la pesca artesanal en Argentina, cuando en 1993 nace la Asociación de Pescadores Artesanales de Puerto Madryin, en la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina.
Marta Piñeiro, ex dirigente de la asociación y actual colaboradora recuerda claramente esos comienzos.”Cuando se creó nuestra organización el 93, estábamos unidos por el espanto. Dentro de Península Valdés venía toda una estrategia para conformarla como patrimonio natural de la humanidad y en ese momento la corriente conservacionista que había pensaba que el pescador artesanal no debía estar ahí, entonces nos organizamos como asociación de pescadores artesanales para lograr trabajar en el plan estratégico de Península Valdés y participamos en las mesas, donde hubo 18 representantes de distintos ámbitos, la única parte que representó a la pesca fuimos nosotros como organización y en ese momento logramos quedarnos en nuestro sitio que ya era área protegida. Desde el 94 está prohibido el arrastre y lo que en principio pareció una desventaja, hoy se revirtió y nuestras alianzas más fuertes son con las organizaciones conservacionistas porque logramos hacernos conocer”, relata.
Y no fue su único logro. También convertirse en la primera organización que se creó a nivel marítimo de pescadores artesanales en Argentina “y desde entonces somos referentes en lo que es pesca artesanal, luego surgieron otras sobre todo a partir de la crisis del 2001, en que la gente empezó a volcarse al mar, esa crisis la vimos como una oportunidad porque desde el 93 nos hemos sentido muy solos, incluso diferenciar nuestra pesca de la industrial, nos ha costado mucho trabajo”.
Se dedican a la marisquería por buceo, teniendo como principal recurso la vieira, conocida en Chile como ostión. La Asociación cuenta con 50 socios pescadores, siendo en total en la comunidad alrededor de cien, pero “nosotros trabajamos para todo el sector”, precisa Marta Piñeiro.
Desde el 2000 han estado aprendiendo de la experiencia de Chile, a través de un intercambio que les ha permitido visitarse mutuamente entre organizaciones de pescadores. “Estamos trabajando en un sistema de manejo participativo que es una experiencia que por ahora es única en Argentina. El sistema de manejo está implementado tomando el modelo chileno de las áreas de manejo pero adaptado a la legislación argentina. Trabajamos con un sistema de entrada limitada para proteger el recurso y en una mesa técnica donde se definen recomendaciones entre pescadores, científicos y el Estado y hasta ahora ha dado buen resultado para sostener el recurso que haya mejorado después de un colapso que tuvo en el 96”.
Mediante este sistema de manejo participativo y con la ayuda de científicos, se monitorea qué cantidad de recurso hay, se evalúa el stock y luego se reparte un 30 por ciento para la captura y se deja el 70 por ciento restante todos los años para asegurar que el recurso esté disponible.
Usan embarcaciones menores, de no más de diez metros y un sistema de buceo con compresores y aire. Si bien el ostión es su principal recurso, también hay otros como cholgas, mejillones, almejas que su mayoría van al mercado interno, excepto la vieira que a veces se exporta.
Prohibición de vender productos frescos
Pero el principal problema que tiene la Asociación de Puerto Madryin es que no pueden comercializar sus productos frescos. El pescador está obligado a pasar todo por plantas procesadoras.
Lo que pasa, explica Marta, es que en Argentina recién el 2000, a través de un decreto se reconoce la existencia de la pesca artesanal y se establece que cada provincia normará la actividad. Y en la provincia de Chubut el 2001 se estableció una ley para la pesca industrial con la intención de que generara puestos de trabajo en tierra, pero eso terminó afectando al pescador artesanal. “Venimos peleando hace años para lograr que la gente pueda consumir productos frescos y en este momento estamos en un proyecto en nuestra organización avanzando en la construcción de una pequeña planta procesadora para poder comenzar a vender del pescador al consumidor y eliminar los intermediarios”. Eso también porque les interesa promover el comercio justo.
En Chubut hay otras dos organizaciones de pescadores, pero no son artesanales, sino más bien “marineros de la pesca semi industrial que en estos años fueron invirtiendo en lanchas de pesca artesanal, pero donde los dueños no salen a pescar sino que tienen empleados y nosotros estamos en contra, opinamos que cuando el pescador tiene su permiso de pesca tiene que participar directamente en la actividad. Y ésa es una de nuestras batallas, como en Argentina no se le da importancia a la pesca artesanal, lo que venimos trabajando es diferenciar nuestra pesca que es de economía familiar con la costera que le llamamos semi industrial y la industrial que es la de alta mar”, explica Marta.
En la actualidad, existe una organización a nivel nacional que es la Unión Argentina de Pescadores Artesanales que está agrupando a las organizaciones que surgieron recientemente. “Esperamos que se consoliden estas comunidades y que Argentina deje de ser el único país de Latinoamérica que no tiene cultura de pesca artesanal, que no tiene cultura marítima ni identidad. Nuestro trabajo ha sido fuerte en eso, pensamos que Argentina debe dejar de sentirse ganadero solamente y empezar a sentirse marítimo, porque además es una fuente de riqueza alimentaria que se está yendo. Como parte de lo diverso que es Argentina, nuestro aporte como pesca artesanal es dejar sentada en nuestra zona la identidad de pesca artesanal”.
Presencia de mujer
Su amor por la pesca le viene de cerca. Su abuelo era de un pueblo de pescadores de Galicia y siempre escuchó hablar de pesca y su marido es pescador artesanal y hace más de veinte años que viven de ella. Marta tiene formación en biología, dice que es casi profesora y siempre estuvo trabajando en esta actividad para complementar el trabajo de su marido. Así, el 93, cuando nace la organización también nace su hijo y decide quedarse en la casa y ayudar a la organización, primero como un aporte voluntario y “después me comprometí y fui dirigente en dos ocasiones y ahora sigo apoyando como colaboradora”.
Esa fue otra pelea, porque inicialmente no sabían cómo inscribir de socias a las mujeres; algunas se inscribieron como cónyuges pero ella se negó, “me inscribí como colaboradora de comisión permanente, hago todo lo que es difusión, y fui aprendiendo herramientas, me pude capacitar mucho gracias a AVINA y espero seguir avanzando. Es importante que la mujer se fortalezca y pueda apoyar desde otras actividades, creo que no hay nadie mejor que las mujeres para defender el sustento de la familia”.
Marta dice que son pocas las mujeres que participan en la pesca artesanal, y es lógico, dice, porque se trata de algo inestable lo que las obliga a hacer otras actividades. “Nuestros maridos no pescan directamente en Madryin, salen 120 kilómetros, a veces vuelven en el día, pero otras por dos o tres días no vuelven. Trabajar en una organización es una carga pesada, en Argentina es algo nuevo también, recién se está creando la conciencia de trabajar en asociativismo. Y esa es la diferencia con Chile que tiene una trayectoria fuerte, nosotros no la tenemos, la estamos construyendo”, concluye.
Marta Piñeiro, ex dirigente de la asociación y actual colaboradora recuerda claramente esos comienzos.”Cuando se creó nuestra organización el 93, estábamos unidos por el espanto. Dentro de Península Valdés venía toda una estrategia para conformarla como patrimonio natural de la humanidad y en ese momento la corriente conservacionista que había pensaba que el pescador artesanal no debía estar ahí, entonces nos organizamos como asociación de pescadores artesanales para lograr trabajar en el plan estratégico de Península Valdés y participamos en las mesas, donde hubo 18 representantes de distintos ámbitos, la única parte que representó a la pesca fuimos nosotros como organización y en ese momento logramos quedarnos en nuestro sitio que ya era área protegida. Desde el 94 está prohibido el arrastre y lo que en principio pareció una desventaja, hoy se revirtió y nuestras alianzas más fuertes son con las organizaciones conservacionistas porque logramos hacernos conocer”, relata.
Y no fue su único logro. También convertirse en la primera organización que se creó a nivel marítimo de pescadores artesanales en Argentina “y desde entonces somos referentes en lo que es pesca artesanal, luego surgieron otras sobre todo a partir de la crisis del 2001, en que la gente empezó a volcarse al mar, esa crisis la vimos como una oportunidad porque desde el 93 nos hemos sentido muy solos, incluso diferenciar nuestra pesca de la industrial, nos ha costado mucho trabajo”.
Se dedican a la marisquería por buceo, teniendo como principal recurso la vieira, conocida en Chile como ostión. La Asociación cuenta con 50 socios pescadores, siendo en total en la comunidad alrededor de cien, pero “nosotros trabajamos para todo el sector”, precisa Marta Piñeiro.
Desde el 2000 han estado aprendiendo de la experiencia de Chile, a través de un intercambio que les ha permitido visitarse mutuamente entre organizaciones de pescadores. “Estamos trabajando en un sistema de manejo participativo que es una experiencia que por ahora es única en Argentina. El sistema de manejo está implementado tomando el modelo chileno de las áreas de manejo pero adaptado a la legislación argentina. Trabajamos con un sistema de entrada limitada para proteger el recurso y en una mesa técnica donde se definen recomendaciones entre pescadores, científicos y el Estado y hasta ahora ha dado buen resultado para sostener el recurso que haya mejorado después de un colapso que tuvo en el 96”.
Mediante este sistema de manejo participativo y con la ayuda de científicos, se monitorea qué cantidad de recurso hay, se evalúa el stock y luego se reparte un 30 por ciento para la captura y se deja el 70 por ciento restante todos los años para asegurar que el recurso esté disponible.
Usan embarcaciones menores, de no más de diez metros y un sistema de buceo con compresores y aire. Si bien el ostión es su principal recurso, también hay otros como cholgas, mejillones, almejas que su mayoría van al mercado interno, excepto la vieira que a veces se exporta.
Prohibición de vender productos frescos
Pero el principal problema que tiene la Asociación de Puerto Madryin es que no pueden comercializar sus productos frescos. El pescador está obligado a pasar todo por plantas procesadoras.
Lo que pasa, explica Marta, es que en Argentina recién el 2000, a través de un decreto se reconoce la existencia de la pesca artesanal y se establece que cada provincia normará la actividad. Y en la provincia de Chubut el 2001 se estableció una ley para la pesca industrial con la intención de que generara puestos de trabajo en tierra, pero eso terminó afectando al pescador artesanal. “Venimos peleando hace años para lograr que la gente pueda consumir productos frescos y en este momento estamos en un proyecto en nuestra organización avanzando en la construcción de una pequeña planta procesadora para poder comenzar a vender del pescador al consumidor y eliminar los intermediarios”. Eso también porque les interesa promover el comercio justo.
En Chubut hay otras dos organizaciones de pescadores, pero no son artesanales, sino más bien “marineros de la pesca semi industrial que en estos años fueron invirtiendo en lanchas de pesca artesanal, pero donde los dueños no salen a pescar sino que tienen empleados y nosotros estamos en contra, opinamos que cuando el pescador tiene su permiso de pesca tiene que participar directamente en la actividad. Y ésa es una de nuestras batallas, como en Argentina no se le da importancia a la pesca artesanal, lo que venimos trabajando es diferenciar nuestra pesca que es de economía familiar con la costera que le llamamos semi industrial y la industrial que es la de alta mar”, explica Marta.
En la actualidad, existe una organización a nivel nacional que es la Unión Argentina de Pescadores Artesanales que está agrupando a las organizaciones que surgieron recientemente. “Esperamos que se consoliden estas comunidades y que Argentina deje de ser el único país de Latinoamérica que no tiene cultura de pesca artesanal, que no tiene cultura marítima ni identidad. Nuestro trabajo ha sido fuerte en eso, pensamos que Argentina debe dejar de sentirse ganadero solamente y empezar a sentirse marítimo, porque además es una fuente de riqueza alimentaria que se está yendo. Como parte de lo diverso que es Argentina, nuestro aporte como pesca artesanal es dejar sentada en nuestra zona la identidad de pesca artesanal”.
Presencia de mujer
Su amor por la pesca le viene de cerca. Su abuelo era de un pueblo de pescadores de Galicia y siempre escuchó hablar de pesca y su marido es pescador artesanal y hace más de veinte años que viven de ella. Marta tiene formación en biología, dice que es casi profesora y siempre estuvo trabajando en esta actividad para complementar el trabajo de su marido. Así, el 93, cuando nace la organización también nace su hijo y decide quedarse en la casa y ayudar a la organización, primero como un aporte voluntario y “después me comprometí y fui dirigente en dos ocasiones y ahora sigo apoyando como colaboradora”.
Esa fue otra pelea, porque inicialmente no sabían cómo inscribir de socias a las mujeres; algunas se inscribieron como cónyuges pero ella se negó, “me inscribí como colaboradora de comisión permanente, hago todo lo que es difusión, y fui aprendiendo herramientas, me pude capacitar mucho gracias a AVINA y espero seguir avanzando. Es importante que la mujer se fortalezca y pueda apoyar desde otras actividades, creo que no hay nadie mejor que las mujeres para defender el sustento de la familia”.
Marta dice que son pocas las mujeres que participan en la pesca artesanal, y es lógico, dice, porque se trata de algo inestable lo que las obliga a hacer otras actividades. “Nuestros maridos no pescan directamente en Madryin, salen 120 kilómetros, a veces vuelven en el día, pero otras por dos o tres días no vuelven. Trabajar en una organización es una carga pesada, en Argentina es algo nuevo también, recién se está creando la conciencia de trabajar en asociativismo. Y esa es la diferencia con Chile que tiene una trayectoria fuerte, nosotros no la tenemos, la estamos construyendo”, concluye.