El Oceanográfico patentará un alimento que permitirá criar pulpo en acuicultura

Jueves, 27 Julio, 2017

Dieciséis años han pasado desde que el Centro Oceanográfico de Vigo logró, por vez primera en el mundo, cerrar el ciclo de reproducción del pulpo en cautividad. Pero lo conseguido en el laboratorio y en los tanques de cultivo experimental no ha podido dar el salto a la industria porque la elevada mortalidad de las larvas hace inviable la producción comercial. Es un cuello de botella que están tratando de superar.

El problema radica en la alimentación de las paralarvas. «Mueren en torno al 80 % y eso no hay empresa que lo resista», afirma Montserrat Pérez, una de las investigadoras del centro que trabaja en la preparación de una patente que confían en que pueda ser la solución que llevan lustros buscando.

Conscientes de que están en una carrera de fondo, no se atreve a poner fecha a la llegada al mercado del pulpo de piscifactoría. Pero de lo que sí están seguros en el Oceanográfico vigués es de que, si de verdad han dado con la fórmula para acabar con las elevadas tasas de mortalidad y se garantiza la rentabilidad de su explotación, el cultivo se extendería pronto por Galicia, ya que el producto no solo estaría garantizado todo el año, sino que el precio sería más asequible.

La artemia (crustáceo diminuto) es la base de la alimentación de la práctica totalidad de las larvas de las especies que se crían en granjas, desde el rodaballo al lenguado, pasando por la lubina o la dorada. Sin embargo, explica Montserrat Pérez, «al pulpo no le aporta los nutrientes que necesita, lo que provoca el alto porcentaje de muertes». Mejores resultados se han obtenido con una dieta a base de huevos de centollo. Y ese parece ser el hilo del que han decidido tirar para preparar la patente de la que, como es obvio, no adelantan nada hasta que no esté presentada, pero creen que han dado con el componente que faltaba y que estaban buscando.

Si la mezcla de nutrientes y aminoácidos que realizan en el laboratorio es la solución, se aplicará también a los ejemplares adultos, ya que la alimentación de estos supone otro hándicap para la industria. Y es que su menú favorito se compone precisamente de centollos y nécoras, lo que complica sobremanera una mínima rentabilidad.

Existe un problema añadido que no se da en otras especies de cultivo, y es que los reproductores se mueren cuando los huevos de su prole eclosionan. No se mueven del lado de aquellos desde el momento de la puesta, ni siquiera para buscar comida, con el fin de evitar que puedan ser atacados por depredadores. «El resultados es que cuando al fin abandonan el escondrijo elegido están tan débiles que se mueren, lo que obliga a una reposición continua de reproductores», dice la investigadora.

El equipo científico del Oceanográfico en el que participa Montserrat Pérez, en colaboración con el Centro de Investigación Marina de la Universidad de Vigo, acaba de solicitar al Ministerio de Economía un proyecto para profundizar en el en el estudio de los cultivos. «Si nos lo conceden serán tres años de trabajo y una inversión de 200.000 euros», dice.

El mero de granja, entre los próximos candidatos en llegar al mercado

Asiduos desde hace años en los mercados los rodaballos, lenguados, salmones o lubinas de piscifactoría, y pendientes de salvar el escollo de la alimentación en el caso de pulpo, se investigan las posibilidades de cultivo en granja que ofrecen otras especies, entre las que el mero es uno de los más firmes candidatos en dar el salto a la industria. El Centro Oceanográfico de Vigo lidera parte del proyecto europeo Diversify, cuyo objetivo es desarrollar nuevos sistemas de cultivo, métodos de procesado y márketing para seis especies de acuicultura: mero, fletán, seriola, corvina, perca y mújol. Precisamente el mero es de la que se encargan los científicos vigueses, coordinados por José Benito Peleteiro. Si se cumplen sus predicciones, el consumidor podrá adquirir mero de cultivo en el 2025.

El proyecto, que tiene un plazo de ejecución de cinco años, se encuentra en el ecuador. Los investigadores califican de «esperanzadores» los resultados obtenidos. El programa completo, en el que participan 38 socios de una docena de países, está dotado con 11,8 millones de euros. En los tanques del Oceanográfico vigués ya nadan meros de 22 kilos, aunque la investigadora Montserrat Pérez, señala que «todavía no está cerrado el ciclo reproductivo».

El que sí lograron cerrar fue el de la merluza. En el 2009 registraron la primera puesta espontánea de España a partir de animales salvajes. Sin embargo, en este momento es una producción que tienen parada porque carecen de stock de reproductores, una tarea que no resulta fácil, ya que son animales muy delicados que se estresan con facilidad.